En el siguiente artículo encontrarás los cambios que generó el Covid-19 dentro de la vida de Sandra Ordoñez, ex alumna del Colegio de la Presentación Sans Façon, mientras realizaba su doctorado en otro país, en medio de una pandemia sin tener a su familia cerca. Entérate cómo aun estando lejos y a pesar de la distancia, siempre los sintió a su lado.
Hace ya más de dos años, en agosto de 2018, me mudé a Estados Unidos para comenzar mi doctorado en farmacología molecular en Purdue University. El proceso de adaptación a vivir en otro país, lejos de mi familia, a tomar clases en otro idioma, y a ser independiente económicamente ha sido, sin duda, el reto más difícil de mi vida. A medida que pasó el tiempo se creó una pequeña familia entre amigos con quienes ahora somos como hermanos de corazón y, a su vez, el peso de todas las responsabilidades y el estrés se sintió cada vez un poco más liviano. Hacer un posgrado en el exterior es un desafío gigante que requiere sacrificios, pero al mismo tiempo trae gran satisfacción, y todo se siente alcanzable cuando tienes un buen círculo de amigos a tu alrededor.
¡Mi 2020 comenzó con toda la actitud! Llegué de Colombia recargada de energía, preparada para ser monitora de química orgánica y al tiempo sacar adelante mi proyecto de investigación. Sin embargo, todo tuvo un giro de 180 grados cuando la universidad decidió pasar las clases a modo virtual y cerrar los laboratorios debido al surgimiento de la pandemia. En menos de una semana, junto con la coordinadora de la materia y otra monitora, tuvimos que subir videos de las clases, adaptar los exámenes a ser en línea (incluyendo estrategias para evitar plagio y, a la vez, incluir estudiantes que se encontraban en distinta zona horaria), y desarrollar tácticas para mantener a los estudiantes enganchados con la materia. Mi trabajo, que era de 20 horas a la semana, pasó a ser de 40+ horas incluyendo fines de semana con horarios de repaso con los estudiantes. ¡Ah! Y quizás valga mencionar que eran 200 estudiantes y mi proyecto de investigación quedó en pausa indefinida. En resumen: la locura.
Poco después tuve que cancelar el vuelo a Colombia que tenía planeado para julio y ahí caí en cuenta que no sabía cuándo volvería a ver a mi familia. Si hay una hija consentida en este planeta, esa soy yo; mis papás y mis hermanos son la luz en mi vida y cada día los extraño más. A pesar de que el panorama se había tornado bastante gris, otras cosas lindas empezaron a pasar. Comencé a hablar con mis papás a diario, a chatear con amigos con quienes no hablábamos hace mucho tiempo, hice video llamadas con mis amigos de la universidad, mis lazos de amistad acá en Estados Unidos se fortalecieron aún más, y surgió una modalidad muy particular: los cumpleaños por Zoom. Durante dos años no había hecho parte de las reuniones familiares, ¡pero ahora hago parte de todas! E inclusive está mi primo que vive en Australia.
En tiempos de COVID he estado 100% ocupada, ya fuese siendo monitora o haciendo investigación una vez abrieron los laboratorios, así que mis anécdotas no incluyen haber podido hacer cursos en línea, tener un nuevo hobby, o salir a trotar todos los días (aunque de base hago yoga una o dos veces por semana como hábito desde que me mudé). Mis historias son acerca de sentirme cerca de los que amo a pesar de estar lejos, de valorar aún más mis amistades como el grandioso tesoro que son, de apreciar lo increíblemente afortunada que soy de haber podido traer a mi perrito a Estados Unidos, y, la más hermosa de todas las historias: la celebración de mi cumpleaños. El 29 de octubre de 2020 ha sido el día más lindo de este año, mis papás y mi hermana me despertaron con llamadas llenas de amor y ternura, mis amigos del laboratorio me decoraron mi escritorio con tarjetas y bombas, mi mejor amigo me diseñó una taza de café con mi perrito dibujado a mano alzada, mis amigos de la universidad me enviaron un ponqué sorpresa, y en la noche tuve mi fiesta de cumpleaños por zoom con mi familia y amigos (¡¿si se me nota la felicidad en la foto?!).
A lo largo de los años el universo me ha dado tantas cosas tan bellas, que la vida no me alcanzará para regresarle lo que he recibido. El 2020, con todos sus estragos e incertidumbre, me ha dejado algo muy claro: cuando hay amor, aún en la distancia, la vida es más bella, y es más fácil ver el lado positivo de todo lo que nos pasa. Este diciembre no podré pasar la Navidad con mi familia, pero ya me estoy imaginando cómo grabarme o hacer video llamada tocando villancicos en mi piano electrónico.
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Especial para Revista Edu.co
Por: Sandra Carolina Ordóñez Rubiano
Ex alumna Colegio de la Presentación Sans Façon