Las recompensas y los castigos tienden a tener como finalidad un cambio de patrones de comportamiento en nuestros hijos, el problema es que dicho cambio aunque suele darse, obedece a un estímulo errado, suscitado por una fuente externa ya sea la recompensa o el castigo, y no, a un proceso de entendimiento que sería lo que eventualmente lideraría un verdadero cambio de actitud.
Castigos y recompensas ¿Funcionan?
Este es un tema donde no es fácil ser radical y dónde se debe entender el porqué, una educación basada netamente en un modelo de castigos y recompensas no es beneficiosa.
Castigo vs. Consecuencias naturales
Es importante entender que el castigo es un concepto muy diferente al de las consecuencias naturales, por ejemplo, el niño sale de la ducha y después de secarse deja la toalla tirada en el piso. El castigo es retirarle algún privilegio y consecuencia natural es que al otro día tendrá que secarse con una toalla húmeda.
Mientras que el castigo obedece a un criterio subjetivo y quien lo recibe puede sentir que es exagerado o injusto, generando en el niño resentimiento, las consecuencias naturales, son el resultado directo de una acción sin ninguna intervención de alguien más. Esto se traduce en que el niño, no tiene más remedio que aceptar lo sucedido y lo ideal es aprender de la experiencia y como no hay a quién culpar, se ve forzado a hacerse cargo de su acción.
¿Motivación interna o externa?
En cuanto a las recompensas, encontramos también que presentan el mismo problema, la motivación se genera desde afuera, y hablo de motivación porque ese es el objetivo que se persigue dale una recompensa al niño, mostrarle que estamos orgullosos de su esfuerzo, su comportamiento, su talento, etc, pero a la vez motivarlo para que continúe así. Este tipo de demostraciones se pueden dar de vez en cuando, es contraproducente que se haga de manera reiterada, al hacerlo, hará que el niño empiece a sentir que tiene derecho a su recompensa, la motivación será netamente externa y terminará desligándose de su gratificación interior que debe ser el motor más importante para él.
¿Qué alternativas se podrían obtener para motivar y establecer prácticas distintas para el castigo o recompensa?
Es muy importante ayudarlos a identificar qué es lo que sienten cuando logran lo que quieren, cuando cumplen con sus metas o cuando luchan de manera ardua por algo que desean alcanzar.
No está mal, de vez en cuando dar un reconocimiento material por algún logro importante, y algo que siempre debe estar presente, es nuestro apoyo y la valoración de sus esfuerzos independientemente de cómo sean los resultados, pero lo más importante es que ellos aprendan a reconocer esa sensación interna de satisfacción.
Esa retribución que no depende del reconocimiento de afuera si no de su auto valoración, no es solo lo que llamamos la satisfacción del deber cumplido sino que aprendan a valorar sus procesos y sus pequeños logros así no obtengan siempre lo que se proponen. Cuando esto se logra, el estímulo siempre vendrá de adentro, no serán necesarios los “chantajes” para que estudien, se porten bien o lean y hagan sus tareas con esmero, pues ya han aprendido a identificar y a valorar su propio reconocimiento personal.
En cuanto a los castigos, es muy importante no evitar las consecuencias naturales, las debemos permitir siempre y cuando sean acordes a la edad y a sus capacidades. Cuando esto se hace desde temprana edad, el castigo impuesto y la necesidad de inventar consecuencias artificiales se hace cada vez menor.
Los límites siempre deben ser claros y debemos darles la posibilidad que entiendan a través de la razón por qué no se deben hacer ciertas cosas y por qué sus comportamientos no son adecuados. A diferencia de lo que muchos padres creen, no es mostrar debilidad o falta de autoridad, todo lo contrario, cuando la autoridad está clara y el respeto es la base de la relación, siempre debemos explicarles el porqué de las cosas y también las consecuencias de actuar en de determinadas maneras.
Por otro lado, cuando nos enfrentamos a imponer un castigo o una recompensa, una pérdida de privilegios, una consecuencia a sus acciones, debemos pensar cómo se castigará y por qué, lo que queremos lograr con ese castigo y jamás caer en la trampa, es que se imponga por necesidad de los padres (ego, orgullo, frustración) y no por el proceso formativo del hijo.
Es muy importante pensar antes de imponer el castigo, cuando se piensa en un castigo con la emoción a flor de piel, en el momento mismo del problema, éste se puede basar en la rabia o decepción que tiene el padre en ese momento y no en qué es lo que realmente se debe hacer frente a determinada situación.
Finalmente, una estrategia que se puede implementar, es involucrar a los hijos en la determinación del castigo y entenderlo más que como un castigo, sino como una consecuencia. Esto es especialmente efectivo en situaciones que se dan de manera recurrente, por ejemplo, si vemos que el tiempo frente al computador es un problema, o que cumplir la hora de llegada a casa es otro, se debe decidir de manera conjunta qué va a pasar cuando se incumplen esos límites y el hijo debe ser miembro activo en la elección de la consecuencia, esto asegurará que haya un sentido de justicia y proporción, seguramente estará mucho más comprometido a cumplir los términos.
No hay mejor motivación que el conectarse con ese sentimiento interno de orgullo y satisfacción. Cuando esto se logra, el motor para hacer bien las cosas, estará adentro de ellos.
Créditos
Por: Paola Bermúdez
Redacción Revista Edu.co