Hacia la educación basada en naturaleza

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Las problemáticas ambientales y sociales que vive el planeta nos plantean constantes retos. Viendo cómo impactamos nuestro entorno natural día a día, soñar con un futuro en armonía con la Tierra se hace cada vez más difícil. La innovación tecnológica, el aumento en la urbanización y la transformación de los negocios, requieren de estrategias educativas en lo ambiental que permitan restablecer las relaciones con la naturaleza y sus sistemas desde una base profunda de la identidad planetaria (terrícola).

Es importante que a través de la educación podamos formar en los niños y jóvenes la capacidad de entender y apropiar cómo somos interdependientes y estamos interconectados con los elementos naturales que nos rodean, es decir, cómo somos parte de este gran sistema. La educación ambiental debe ser nuestra herramienta principal para lograrlo, sin embargo, no está siendo efectiva. Debemos repensar la manera en que nos aproximamos a ésta para así apropiar nuevas formas de revitalizarla volviéndola pertinente en la generación de cambio que nuestro mundo necesita.

¿Cómo pueden la escuela y las familias suprimir o amplificar nuestra conexión y amor por la Tierra?

¿Cómo pueden fortalecer nuestro sentido de lugar y pertenencia al Planeta?

Para intentar responder estas preguntas debemos primero entender cómo generar el sentido de “conexión” y el “amor” al igual que los factores que permiten generar apropiación de lugar.

OpEPA (Organización para la Educación y Protección Ambiental), lleva 20 años explorando formas de reconectar a niños y jóvenes con la Tierra, trabajando en educación ambiental con más de 100,000 estudiantes tanto rurales como urbanos de diferentes edades en Colombia. A través de este trabajo, se ha evidenciado que se requieren varios componentes para lograr generar un aprendizaje ambiental significativo.

Primero está la transmisión de información, el conocimiento académico.

Si no conocemos lo que existe es difícil reconocer su existencia y su valor. Esto comienza desde lo cercano (las plantas, aves, insectos y animales en el barrio o la escuela) y se expande a conceptos de ecosistemas y ecología que permiten entender la interdependencia y las conexiones entre especies y sistemas naturales. Como lo he mencionado, muchas veces la educación ambiental se queda en este primer componente.

Segundo se encuentra la experiencia directa a través del cuerpo y de los sentidos.

Los niños en su proceso de aprendizaje necesitan oler el suelo, sentir la humedad del bosque, percibir los matices térmicos y ver los cambiantes tonos de luz generados por las hojas de los árboles cuando filtran el sol en un día venteado. Esta experiencia suscita reacciones corporales de familiaridad y pertenencia, nos acerca a nuestra esencia como mamíferos. Permite sentir y reconocer el valor intrínseco del entorno natural y la vida que nos rodea, relacionar la teoría o la información con la realidad dándole pertinencia al aprendizaje.

Tercero es importante incorporar experiencias emocionales y procesarlas para así transformarlas de experiencias simplemente anecdóticas hacia experiencias significativas.

La diferencia depende del nivel de involucramiento de nuestras emociones. Al permitir que nuestro yo emocional se relacione con la información aprendida y las experiencias, comenzamos a conectarnos con el conocimiento y establecer una relación diferente con este, una más personal, una de mejor comprensión.

Estos tres componentes conocimiento, experiencias y emociones asociadas a un proceso de aprendizaje sobre nuestro entorno natural brindan oportunidades para generar preguntas, descubrimientos y aprendizajes más profundos. Nos permiten comenzar a crear vínculos de relación con el entorno natural. Conectando los tres podemos comenzar a pensar en una educación ambiental significativa y a ampliar conceptos de las habilidades del siglo 21 como la empatía, hacia la empatía ambiental o empatía con la naturaleza. A partir de los descubrimientos adquiridos durante este proceso de aprendizaje y la realización de ser parte del sistema natural, los individuos pasan de ser espectadores a ser actores activos, conscientes de su rol en el sistema y de su capacidad como agentes de cambio para afectarlo.

Dando un paso más allá, nos damos cuenta de que los entornos y los elementos naturales nos permiten no solo facilitar procesos de aprendizaje ambiental sino también estimulan la creatividad y permiten conectar el conocimiento de otras áreas como las ciencias sociales, las matemáticas, las artes, la educación física con el contexto de vida en el planeta afianzando el sentido de pertenencia. Solo debemos como educadores encontrar y volver evidentes las conexiones existentes y relacionarlas para que los estudiantes las descubran y puedan vivirlas a través de experiencias propias.

La educación ambiental debe entonces evolucionar hacia la educación basada en la naturaleza. La educación basada en la naturaleza busca ampliar el contexto de la educación ambiental y de la formación del ser reconociendo el entorno natural como parte esencial de la existencia humana. Busca crear el contexto adecuado para cambiar el paradigma antropocéntrico y sus predicamentos en la forma que nos relacionamos con la Tierra hacia uno en donde nos reconocemos como terrícolas. En donde reconocemos nuestra posición en el sistema natural y la importancia de armonizar nuestras relaciones con la naturaleza en la búsqueda de un futuro viable en donde la vida prospera.

Fuente: Basado en el apartes publicados originalmente en la Revista Ruta Santillana Ed 22.

Especial para Revista Edu.co

Luis Camargo
Fundador y director de OpEPA (Organización para la Educación y Protección Ambiental), organización de la sociedad civil sin ánimo de lucro constituida hace 20 años en Colombia y EEUU (501c3) cuyo trabajo se enfoca en el desarrollo de proyectos y emprendimiento social colaborativo con el fin de reconectar a niños y jóvenes con la Tierra para que actúen de una forma ambientalmente responsable. Reconocido por su trabajo en el ámbito ambiental y de educación como Fellow de Ashoka, Global Change Leader, Joven Líder Global (Foro Económico Mundial) y NOLS Achievement Award 2011.

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