La educación en un mundo tras la COVID

La educación en un mundo tras la COVID: Nueve ideas para la acción pública

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Con la COVID-19 evidenciamos que la educación mundial debía cambiar. Muchos errores y vulnerabilidades de las instituciones educativas se lograron evidenciar. Sin embargo, muchas de esas fallas necesitan de un proceso arduo y un compromiso constante de todos para solucionarlas. Por lo anterior, entidades como la UNESCO están construyendo planes, estrategias e ideas para un futuro mejor.

El primer paso para contribuir a la educación mundial es asumir que el sector educativo necesita de un trabajo colectivo. Más allá de las diferencias, la COVID-19 nos une para salir adelante, el potencial e ingenio de todos ha sido inimaginable para afrontar lo que ocurre, sin embargo, el ámbito escolar debe ser una prioridad.

Por eso, la Comisión internacional sobre Los futuros de la educación, establecida por la UNESCO en 2019 e integrada por líderes de pensamiento de los círculos académico, científico, gubernamental, empresarial y educativo, nos comparte las nueve ideas siguientes para una acción concreta actual que impulsará la educación más adelante:

 

  1. Comprometerse a fortalecer la educación como un bien común. La educación es una protección contra las desigualdades. Tanto en la educación como en la salud, para estar a salvo, todos deben estarlo también; es decir, que avanzamos cuando todos avanzan.
  2. Ampliar la definición del derecho a la educación para abordar la importancia de la conectividad y el acceso al conocimiento y la información. La Comisión hace un llamado a entablar un debate público mundial sobre las formas de ampliar el derecho a la educación, en el que participen, entre otros interesados, alumnos de todas las edades.
  3. Valorar la profesión docente y la colaboración de los maestros. Los educadores han aportado respuestas muy innovadoras a la crisis de la COVID-19, teniendo en cuenta que los sistemas que han demostrado mayor resiliencia son los más comprometidos con las familias y las comunidades. Debemos fomentar condiciones que den a los educadores de primera línea autonomía y flexibilidad para actuar conjuntamente.
  4. Promover la participación y los derechos de los estudiantes, los jóvenes y los niños. La justicia intergeneracional y los principios democráticos deberán obligarnos a dar prioridad a la amplia participación de los estudiantes y los jóvenes en la preparación conjunta del cambio deseable.
  5. Proteger los espacios sociales que ofrecen las escuelas a medida que transformamos la educación. La escuela como espacio físico es indispensable. La organización tradicional de las aulas debe dar paso a formas diversas de “dar clase”, pero la escuela como espacio-tiempo independiente de la vida colectiva, específico y diferente de otros espacios de aprendizaje, debe mantenerse.
  6. Poner tecnologías libres y de código abierto a disposición de los docentes y estudiantes. Se deben apoyar los recursos educativos abiertos y las herramientas digitales de acceso abierto. La educación no puede prosperar con un contenido preparado de antemano fuera del espacio pedagógico, y sin tener en cuenta las relaciones humanas entre docentes y alumnos. La educación tampoco puede depender de plataformas digitales controladas por empresas privadas.
  7. Asegurar la impartición de conocimientos científicos básicos en el plan de estudios. Este es el momento adecuado para emprender una reflexión a fondo sobre los planes de estudios, en particular al oponernos a la negación del conocimiento científico y combatir activamente la desinformación.
  8. Proteger la financiación nacional e internacional de la educación pública. La pandemia tiene el poder de socavar varios decenios de progreso. Los Gobiernos nacionales, las organizaciones internacionales y todos los asociados del sector de la educación y el desarrollo deben reconocer la necesidad de fortalecer la salud pública y los servicios sociales, pero movilizarse simultáneamente en favor de la protección de la educación pública y su financiación.
  9. Fomentar la solidaridad mundial para poner fin a los niveles actuales de desigualdad. La COVID-19 nos ha mostrado hasta qué punto nuestras sociedades instrumentalizan los desequilibrios de poder, y nuestro sistema mundial las desigualdades. La Comisión pide que se renueven los compromisos con la cooperación internacional y el multilateralismo, junto con una revitalización de la solidaridad mundial que tenga como base la empatía y el reconocimiento de nuestra humanidad común.

Las decisiones que se tomen en este momento tendrán consecuencias para el futuro de la educación. Por eso, debemos asumir el desafío y con esperanza y responsabilidad comprometernos con el futuro de los niños y jóvenes del mundo. Tenemos que aprender de las respuestas de los docentes, los alumnos y las comunidades, y respaldarlas, ya que en ellas reside el potencial para transformar la educación durante la crisis actual y en la etapa posterior.

Especial para Revista Edu.co
Por: Andrea Carolina Pedroza
Equipo de redacción de Revista EDU