“Destilar las emociones y cocinar a baja temperatura los sentimientos” es la metáfora culinaria que utiliza Inma Puig para explicar su método de trabajo. La psicóloga, experta en creación, formación y desarrollo de equipos de alto rendimiento en el ámbito del deporte y de las organizaciones empresariales, reivindica la idea de “sostenibilidad emocional”.
Inma Puig psicóloga clínica, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y colaboradora académica del Departamento de Dirección de Personas y Organización de ESADE. Durante cuatro décadas ha trabajado como consultora de organización en diversos proyectos. Fue psicóloga deportiva del Fútbol Club Barcelona durante 15 años y es responsable del proyecto ‘Gestión de las Emociones’ en el Restaurante ‘El Celler de Can Roca’.
Puig comparte su filosofía de acción en las obras ‘Retratos de Familia, todo lo que siempre quiso saber sobre la empresa familiar y nunca se atrevió a preguntar’, ‘Tras las viñas. Un viaje al alma de los vinos’ y en el libro ‘La Revolución Emocional’, convencida de la importancia de cuidar a las personas que forman equipos humanos, hay un concepto que nos llama la atención: la sostenibilidad emocional.
Inma Puig explica entonces, “pues por “sostenibilidad” entendemos, en estos momentos, el consumo responsable de los recursos, pero teniendo en cuenta, hay que asegurarnos que estos recursos van a mantenerse para las necesidades futuras”.
¿De dónde viene el término de sostenibilidad?
“Este es un término que en 1987 empezó a utilizarse debido al informe Brundtland. El informe Brundtland fue un informe que solicitó la La Organización de las Naciones Unidas para averiguar el impacto que tenía la economía en los recursos naturales. Y la verdad es que encuentro a faltar la terminología de sostenibilidad emocional”, la cual hace parte de nuestras vidas, tanto como se ha relacionado directamente a los ámbitos ambientales, económicos, de la agricultura, etc., por lo que es necesario direccionar también este concepto a la gestión de las emociones.
“A veces me sorprende la cantidad de recursos que se invierten en la inteligencia artificial y los pocos que probablemente se están invirtiendo en algo tan natural como son las emociones, la emoción natural que tenemos todos. Afortunadamente, no siempre es así. Hay empresas, hay personas, que están invirtiendo tiempo y recursos económicos para trabajar la sostenibilidad emocional, las emociones de las personas que están trabajando con ellos. Yo puedo dar fe, colaboro con empresas multinacionales, empresas familiares, empresas de la restauración que realmente estamos trabajando para que la sostenibilidad emocional esté en el día a día de estos lugares”.
Así, Puig introduce un término que ha ido modelando en las cuatro décadas de trabajo con equipos. ¿Qué es innovar? ¿Por qué no innovamos en el campo de las emociones? «Si no hacemos la revolución emocional, no nos van a servir de nada las revoluciones que hemos hecho hasta ahora», afirma. Para la psicóloga, compartir las emociones y los sentimientos no es un indicador de debilidad, sino de sensibilidad. Y remata: «El pasado ha sido de los fuertes físicamente, el futuro es de los sensibles».
Y, ¿quiénes son al mismo tiempo el futuro? Los niños. Ahora más que nunca nos hemos empezado a preocupar por el cuidado de las emociones de nuestros hijos y claro, de nosotros mismos. Es necesario conocer y entender algunas herramientas que podemos aplicar como padres a partir de la voz de Puig.
No hay manual de instrucciones y si existiera, todo el mundo lo querría. Pero además no lo hay porque es un arte. Ejercer de padres es un arte. Entonces, hay que ir haciendo por lo que uno va sintiendo, no por lo que le dicen o lo que le han hecho en su momento. Y además también vale la pena, a veces, como diversión, poder observar cuando van por la calle los padres con sus hijos y los abuelos con sus nietos. Cuando los padres, los llevan a la escuela o los vienen a recoger, parece que van tirando de ellos con una cierta rapidez. En cambio, cuando ves a los abuelos cómo van andando al lado de los nietos, pausadamente hablando, es como si fuese otra versión de la misma película.
También comenta que, si a los adultos nos educaran, nos trataran como a niños que están empezando a caminar, pues iríamos de otra manera por la vida. ¿Cómo puede ser esto?
“Hay unos momentos en la vida de las personas que son absolutamente fascinantes y dan al niño una dimensión, podríamos decir, desconocida, como es el momento en el que un niño empieza a caminar y cuando empieza a aprender a leer y a escribir, te lleva a una dimensión sideral. Entonces, cuando un niño empieza a caminar, es fascinante el modelo de motivación y de reconocimiento que se da en el acto de empezar a caminar. Cuando en un niño, ya su cuerpo está suficiente maduro para iniciar el proceso de caminar, vemos, y lo habrás visto en tus hijos, cómo empiezan a hacer intentos de ponerse de pie solos. Y bueno, les cuesta, pero ¿qué hacemos inmediatamente ante un niño que hace este primer intento? Hay dos adultos que se ponen uno enfrente del otro, no muy lejos, para que no le asuste la inmensidad de la distancia, y se sienta tranquilo y se ponen y lo animan. “Ven, ven, ven, ven, sin miedo, ven”.
El niño, realmente, no está muy seguro, pero ante tal manera de decirle que venga, con el cariño, la ilusión, las ganas de que lo haga el niño se lanza, se lanza, pero con miedo, porque tienen miedo a caerse y realmente, inmediatamente después se cae. La reacción del adulto es básica en la reacción del niño.
Si el adulto se alarma y dice: “Ay, Dios mío, te has caído”, el niño es probable que se ponga a llorar, pero si se le dice: “No pasa nada, uy, no pasa nada, venga, venga otra vez, venga, vale, vale”, el niño se levanta y lo vuelve a intentar. Cuando al tiempo el niño ya empieza a caminar solo, ¿cómo se escucha, con qué alegría, con qué orgullo, con qué satisfacción la frase de “ya camina solo”? Es como para darte un subidón. Y después, cuando el niño sigue y sigue deambulando y sigue andando, qué satisfacción produce a su alrededor, se cuenta a todo el mundo, el niño ya anda, se llama, se dice, se le hacen fotos, se le hacen vídeos.
Esto, cuando somos adultos y estamos aprendiendo a hacer alguna cosa, normalmente no es así. Y a veces nos olvidamos de que los adultos somos niños vestidos de adultos. Tenemos las mismas necesidades, pero parece que nos da vergüenza, parece que tengamos que disimular, porque cuando uno empieza a hacer algo, si no lo hace bien a la primera, parece que tiene miedo de que le digan que es un inútil. Si no lo hace el primero es que no es competidor, en cambio, el estar rodeado de gente que está deseando que tú hagas algo que es para tu bien, los adultos volamos casi”.
No nos cuidamos a veces, la importancia de cuidar a las personas
“La palabra cuidar es una palabra muy especial, porque es una palabra que no tiene opuesta. Si tú cuidas a una persona, tienes una persona cuidada. Si tú no cuidas a una persona, tienes a una persona descuidada y una persona descuidada no se comportará ni rendirá como podría rendir o comportarse. Cada año, la Real Academia de la Lengua Española da a conocer qué palabras incluye en el diccionario y cuáles saca por falta de uso, y yo aquel día siempre voy a mirar primero las que saca, por temor a que la palabra cuidar ya quede fuera de tan poco que la usamos.
«Sobreproteger no ayuda a que haya un crecimiento armónico de la persona, pero cuidar sí porque quiere decir también reconocer»
Con todo esto, podemos ver entonces que la sostenibilidad emocional no es más que entender y validar las emociones propias y ajenas, algo clave para la supervivencia y que, además, nos ayuda a mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Un acto que dará armonía tanto a los procesos emocionales de nuestros hijos como a los propios, haciendo uso de la creatividad, la paciencia y motivación durante una crianza en la que los sentimientos y la sensibilidad sean superpoderes y no sinónimo de debilidad.
Lee el artículo completo en “El futuro es de los sensibles” – BBVA Aprendemos Juntos 2030