“Quien pretende educar se convierte en cierto modo, en responsable del mundo”. – Fernando Savater.
Cuando se piensa en el término “educación”, se reformulan infinidad de universos conceptuales que cerca o distantes, permiten entender el sentido y la dinámica de los sistemas transformadores que le posibilitan al hombre mantenerse vigente en una sociedad donde la necesidad de ser, le exige reconocerse en un contexto y en una cultura.
Es un hecho ineludible identificar que toda educación se mueve en la relación conocimiento-transformación.
El conocimiento nos proporciona los saberes específicos necesarios para manejarnos en la sociedad y conseguir una formación profesional que nos permite el desarrollo personal. Uno de los fines del sistema educativo es formar, pero el conocimiento no incide solamente al aspecto profesional, también en la adquisición de habilidades y procedimientos de actuación y de perfeccionamiento de ciertas habilidades humanas.
Sin embargo, el conocimiento sólo no basta; hace falta que vaya acompañado de una orientación, y esa orientación es la que facilita la transformación. Fernando Savater (1997) en su obra El valor de educar, afirma que “para ser hombre no basta con nacer; sino que hay que también aprender: la genética nos predispone a llegar a ser humanos, pero sólo por medio de la educación y la convivencia social conseguimos efectivamente serlo”. Entonces, ¿para qué nos sirve el conocimiento si este no se ejerce a través de la construcción social? Por ejemplo, no basta con saber gramática, semántica o sintaxis si no se aprehende que el valor de una lengua radica en su importancia comunicativa; sólo la palabra tiene el poder transformador de la esencia que permanece.
La educación nos lleva a la formación de un hombre más auténtico, integral y coherente. El hombre es integral cuando alcanza un buen equilibrio personal entre sus facultades intelectuales, su cuerpo y sus relaciones sociales. Es auténtico cuando sabe integrar diversas vertientes adecuadamente y es coherente, cuando establece una armonía ente las ideas y la conducta, entre la teoría y la práctica. El ser humano que se educa logra ser sensible, amable, expresa adecuadamente sus ideales, sueños y sentimientos, es decir, se hace dueño de sí mismo.
Indudablemente no se puede hablar de educación, si en un país no existen claras políticas educativas donde se configure un interés por mejorar constantemente la calidad de la educación. En Colombia, se decide reestructurar las políticas educativas que hacen referencia a la ciencia, a la tecnología, a lo social, al fortalecimiento de lo participativo y lo democrático. De ahí, surge la ley 115 de educación, que reforma estructuralmente el sentido de la educación y el Estado se compromete en la reorientación de los valores colectivos y en la determinación de las estructuras organizacionales necesarias para la productividad inteligente y el deseo de salir del estigma de ser un país que le da la espalda a lo que le permite precisamente desarrollarse: la educación. Hoy, afortunadamente, existe un altísimo interés por mejorar los procesos educativos, por reconstruir espacios de encuentros pedagógicos y por establecer diálogos abiertos y participativos que permitan repensar propuestas y soluciones en beneficio del desarrollo cultural y social.
No obstante, para que estos procesos transformadores logren tener éxito, no se puede desconocer que en todo sistema educativo es fundamental la figura del educador o del mediador -padre y profesor-, y la tarea de autoformación del propio estudiante. El poder de quien enseña se materializa en su ejemplo. Todo mejoramiento de la educación comienza con que está íntimamente ligado al papel que realiza el educador en:
- El desempeño.
- La actualización
- La capacitación.
- Los sistemas de promoción.
- El control de calidad.
- Su papel protagónico.
- La responsabilidad social, cognitiva y axiológica.
Obviamente, no podemos desconocer que el agente fundamental de la educación es uno mismo, es la propia persona quien formula y desarrolla su proyecto de vida, y la educación desde sus diferentes expresiones es la alternativa que nos permite también hacer posible ese proyecto de vida; como mediadora, nos facilita el reconocernos en sistemas innovadores y nos ofrece los medios para alcanzar los objetivos tales como: la motivación y el esfuerzo. La motivación nos mueve a actuar y mediante el esfuerzo logramos conseguir el control de nuestra propia conducta. Una verdadera educación de calidad amplía la cobertura de la tecnología en las instituciones o academias, no sólo como medio, sino como herramienta básica para configurar aprendizajes competitivos y eficientes donde no sólo los jóvenes son importantes, sino que los docentes también nos sentimos reconocidos…” Y ese proceso de enseñanza nunca es únicamente una transmisión de conocimientos, sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad que permite el deleite de poder preservar lo más hermoso de la humanidad: la aventura de transformarnos cada día más a través del conocimiento y los valores”. Jorge Tulio Llamas (2008, El papel de la Educación).
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Referencias: EL VALOR DE EDUCAR (14ª ED.) de FERNANDO SAVATER 2008
NOTA: El Colegio Moderno John Dewey es una institución ubicada en la ciudad de Bogotá, mixta, calendario B, bilingüe, fundada en 1968. Tiene como objetivo brindar a los estudiantes espacios de reflexión, construcción, conocimientos y saberes prácticos. Asimismo, ofrece educación con amor recordando y viviendo intensamente su lema: primero el «SER», luego el «SABER».
Redacción por:
Luz Marina Navas Sequeda