Los hábitos alimentarios se forman desde el primer año de vida, de ahí la importancia de realizar una adecuada inclusión de los alimentos después de la etapa de la lactancia exclusiva (6 meses). Este proceso usualmente lo orienta el médico pediatra o la nutricionista; una vez el bebé menor de 1 año ya ha socializado con los sabores, colores, olores y texturas de la mayoría de frutas y verduras, también de proteínas y carbohidratos, se debe mantener y defender su permanencia para garantizar una alimentación saludable en los niños (as); si bien es un hábito recién adquirido es susceptible a modificarse rápidamente.
Con el crecimiento del niño (a) y su poder de decisión a la hora de elegir los alimentos que va a consumir, se corre el riesgo que los hábitos que se han tratado de fomentar durante varios años se modifiquen por la influencia de los medios de comunicación, los comerciales o las estrategias de mercadeo de los empresarios y la falta de acompañamiento de la familia. La evidencia muestra que el consumo de frutas y verduras decae día por día en las edades de escolaridad primaria y bachillerato; por eso la importancia de hacer mayor énfasis en su consumo durante los primeros 5 años y lograr un mejor hábito de alimentación por frecuencia y tamaño de porciones.
Esto nos está dejando un panorama en donde las frutas y verduras están siendo relegadas por el consumo de otros alimentos, que también son requeridos en la alimentación del niño (a), como las frituras, carbohidratos complejos y dulces, pero en menor proporción y sin reemplazar o evitar la ingesta de las frutas y verduras.
Hablando del consumo ideal de las frutas y verduras, se debe lograr llegar a consumir cinco porciones al día entre los dos grupos; por ejemplo: Fruta 1 en desayuno, 1 en medias nueves, 1 en jugo al almuerzo. Verdura 1 en almuerzo ensalada, 1 en comida como crema de vegetales y de esa manera se logra la ingesta esperada para cubrir las necesidades nutricionales diarias del ser humano. La estrategia debe estar enfocada a:
- Ofrecerlas diariamente.
- Presentarlas de manera agradable.
- En los momentos propicios.
- En porción y preparación adecuada.
- Teniendo en cuenta los gustos básicos del niño (a).
Un bajo consumo de frutas y verduras está asociado a una mala salud y a un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles. Se estima que en 2017 unos 3,9 millones de muertes se debieron a un consumo inadecuado de frutas y verduras (1). Incorporar las frutas y verduras a la dieta diaria puede reducir el riesgo de algunas enfermedades no transmisibles, como las cardiopatías y determinados tipos de cáncer. También existen algunos datos que indican que cuando se consumen como parte de una dieta saludable baja en grasas, azúcares y sal (o sodio), las frutas y verduras también pueden contribuir a prevenir el aumento de peso y reducir el riesgo de obesidad, un factor de riesgo independiente de las enfermedades no transmisibles.
Además, las frutas y las verduras son una fuente rica de vitaminas y minerales, fibra alimentaria y todo un cúmulo de sustancias no nutrientes beneficiosas, como fitoesteroles, flavonoides y otros antioxidantes. El consumo variado de frutas y verduras ayuda a asegurar una ingesta adecuada de muchos de esos nutrientes esenciales. Por todo eso y mucho más a MEJORAR Y ASEGURAR EL CONSUMO DIARIO DE FRUTAS Y VERDURAS.
(1) 5 abril 2019, OMS; Aumentar el consumo de frutas y verduras para reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles
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