Los primíparos del Jardín

Los primíparos del Jardín

Los primíparos del Jardín

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Muchos adultos recuerdan su primer día de jardín como una pesadilla. Las cosas han cambiado y las instituciones educativas tienen alternativas para ayudar a padres y a hijos a dar este paso.

Para algunas familias el primer día de sus hijos en el jardín es todo un drama: el niño lloró durante horas, y semanas después aun le costaba adaptarse al nuevo espacio. Esta situación está cambiando, gracias a que las instituciones de educación preescolar ofrecen nuevas formas de ayudar a los pequeños a integrarse al nuevo entorno. 

El jardín infantil Retozos, ha desarrollado un programa denominado Despegue, que bajo el lema ‘Yo puedo solito’, permite hacer un alejamiento paulatino e individual, respetando siempre el ritmo de cada chiquito, dándole confianza y seguridad en sí mismo. Niños y mamás asisten de lunes a viernes durante una hora, en la que realizan actividades recreativas y gradualmente se aumenta el tiempo hasta completar toda la mañana, explica Inés Elvira Rozo de Tovar, directora académica de este jardín. Poco a poco la madre se desvincula de las actividades, y se va alejando hasta salir del salón; el tiempo de este proceso cambia según el niño, pues nunca se hace a la fuerza. 

Otro ejemplo es el Programa de Separación Protegida (PSP) del Centro de Estimulación Temprana Creciendo Juntos, en el cual, tanto niños, como padres, son acompañados y guiados por profesionales de la salud mientras gradualmente se van distanciando, hasta terminar en una separación exitosa y sin dolor. María Cristina Fuentes, fonoaudióloga a cargo del PSP de esta institución, explica que es un nivel de transición entre el programa de estimulación temprana y el de desarrollo integral (etapa preescolar). “Durante seis semanas, niños y padres vienen juntos tres veces a la semana y en cada sesión se hacen cortas separaciones a manera de ensayo, al tiempo que se les da a los niños herramientas de independencia”, afirma. 

Cada niño es diferente y algunos tienen mayor capacidad de recuperación que otros, sin embargo se ha observado que cuanto más preparado para el momento de la separación está el niño, más fácil le resulta solucionar problemas sin recurrir en primera instancia al llanto, explica Alicia Amador, psicóloga de desarrollo y directora de este centro educativo. Por el contrario, en los niños que han sido sobre protegidos, el pensamiento se demora más en aparecer porque, como les han hecho todo siempre, no tienen la oportunidad de pensar porque tienen todas sus necesidades satisfechas. En el momento de la separación, el niño sobre protegido es más débil, porque por primera vez tiene que utilizar su intelecto, y como no sabe cómo hacerlo, se frustra. 

¿Angustia o rabieta? He ahí la cuestión 

Aunque cada caso es peculiar, hay que diferenciar entre la angustia de separación genuina y la simple pataleta. La primera produce una ansiedad física real y miedo a causa de la separación de la figura de preferencia, mientras que en la pataleta, aunque el niño está manifestando una necesidad real, lo hace con el fin de manipular, pues esa es la manera en la que está acostumbrado a portarse en casa y no conoce otra forma de comunicarse. Por desgracia, las rabietas tienen gran influencia sobre el adulto; quién busca inmediatamente solucionar las cosas, reforzando este comportamiento, todas las personas lloramos por los mismos motivos, miedo, tristeza, dolor e incluso por enojo. 

Los niños, además de llorar por estos sentimientos, lo hacen porque aún no dominan el lenguaje y el llanto es una forma práctica de comunicar sus necesidades. La psicóloga María Eugenia Posada, co-directora del Programa de Desarrollo Integral Cometas, explica, que llorar es un proceso natural de adaptación por el que tiene que pasar el menor. “Es bueno que el niño exteriorice su temor a lo desconocido, las personas, el espacio, las actividades. Cuando lo nuevo deja de serlo, el niño va a dejar de llorar, pero para eso necesita un tiempo de adaptación” afirma.

Padres tranquilos… Niños felices 

Aunque el manejo de los padres en la clase no es fácil, se logra puesto que ellos también están en un proceso de aprendizaje, asegura María Cristina Fuentes. Para que los padres cumplan a cabalidad este nuevo rol, requieren algo de entrenamiento en cuanto a las reglas de juego, y a la manera como deben comportarse ante las diferentes situaciones que se puedan presentar en las clases, como que los niños se peleen o que pidan que les hagan las cosas por ellos. En ese orden de ideas, el padre empieza a ser como una sombra, una figura algo transparente pues permite que las instrucciones vengan del coordinador y cede, poco a poco, algo de importancia frente a este. 

Finalmente, la doctora Posada indica que los niños que han participado en programas previos de estimulación adecuada ofrecidos por su plantel, están en ventaja con respecto a aquellos que ingresan por primera vez al jardín, pues ya conocen el espacio y las personas con quienes se van a quedar. Asimismo, al entender la metodología y todo el proceso, los padres se quedan más tranquilos. Sin embargo, el manejo es el mismo para nuevos y antiguos: informar a los padres acerca de las actividades que se llevarán a cabo, cómo va a ser el día a día de sus hijos y de qué manera se resolverán las eventualidades que se presenten; esto les ayuda a superar la angustia de dejar solos a sus pequeños.

Por: Angie Reyes Melo Vega & Jaramillo Comunicaciones
Redacción Revista Edu.co