Saber manejar las herramientas de dibujo técnico como regla, compás, escuadra y transportador, o quizás dominar un software como Autocad o algo similar de diseño arquitectónico no convierte a una persona en arquitecto profesional. En otro contexto, dominar una bicicleta, el equilibrio, la mecánica o incluso conocer la forma correcta de entrenarse, un apasionado no se transforma de la noche a la mañana en un ciclista experto.
Está claro que hay habilidades necesarias para cualquier profesión, afición o labor, algunas de ellas fáciles de aprender y otras más difíciles, pues requieren de tiempo, paciencia y pasar primero por varios errores antes de alcanzar el pleno dominio.
Pero ¿Qué sería de esa profesión, afición o labor si se tratara solo de eso?, de aprender solo a dominar las herramientas con todas sus reglas e instructivos?
Sin duda, se reduciría mucho su campo de acción, perdería parte de su encanto y seguramente se generaría una pregunta: ¿para qué sirven estas herramientas que estamos aprendiendo? Esta misma pregunta la identificamos cada semana en el salón de clase.
Y en pro de dar respuesta a este interrogante que invade diariamente a los estudiantes, en el Gimnasio Campestre Oxford desarrollamos un espacio denominado Math Lab para generar la curiosidad natural que tiene el ser humano hacia la belleza de las Matemáticas. Estas se hacen irresistibles cuando mostramos lo que se puede hacer con ellas, utilizando sus saberes para lograr cosas más complejas, como resolver problemas en un contexto con muchas otras áreas del saber empleando las herramientas adquiridas en clases.
Y es que la belleza de las matemáticas, el arte que involucran y las razones por las alguien podría llamarlas bellas, no son apreciables si solo accedemos al manejo de herramientas tales como sumas, restas, multiplicación y división, fracciones, decimales, enteros, en fin; las herramientas son variadas en cada una de las áreas en las que miremos, y de muy diversa complejidad. Pero la belleza de las matemáticas, su arte, la razón para desear explorarlas no está en el mero uso disconexo de estas, sino en la implementación de los saberes en un diario vivir.
Es así, como el éxito de todo aquel que ingresa al salón de clase a hablar de matemáticas, será entonces, el de elegir o desechar correctamente los problemas a los que enfrente a sus estudiantes y con los cuales se podrán recorren caminos muy diversos, dirigidos por las dosis correctas de intuición, imaginación, planeación y herramientas para producir algo útil, complejo y único.
Si queremos amar las matemáticas, la primera labor será la de distinguir entre las herramientas y el juego con ellas para hacer cosas de las que todos dirían: eso es bello. Es la razón de ser de nuestro laboratorio.
Especial para Edu.co
Gimnasio Campestre Oxford | Chía